MI ABUELA FUE SOLDADERA

Doña Natalia es abogada y vive aquí en la colonia, su vocación se decidió cuando la abuela Juanita le contó su historia, ella fue de las veteranas de la Revolución. Ahí en su estudio adorna la pared un rebozo, le pregunto:    

-¿De quién es? :    
-De una soldadera, mi abuela anduvo en la “bola”, después aprendió a leer y a escribir, le gustaban mucho los libros y la lectura era su pasatiempo favorito. 

Mamá Juanita contaba: “Yo quedé huérfana a los quince años, andaba buscando trabajo de sirvienta, cuando un hombre  se acercó y me dijo: Oye tú, ¿andas buscando trabajo? Vente para Oaxaca de cocinera o criada, allá pagan muy bien. Nos fuimos varios.¡Híjole, no sabíamos la que nos esperaba! Todo puro engaño, ni buena paga, ni buen trato, mucho trabajo y muertos de hambre. Antes de la revolución la mujer era considerada menos que un perro, si era humilde tenía que acceder a los deseos de los patrones en el momento que ellos lo dispusieran”. 

Nos dice Natalia.    
-Recordemos que en México existía el “derecho de pernada”. El patrón costeaba la fiesta de bodas, pero en realidad lo que festejaba era la desfloración, pues a él le correspondían las primeras noches con la novia; quizá de ahí surgió ese resentimiento del marido, ese desprecio hacia la esposa, pues llegaba devaluada a su lecho (todas las mujeres son iguales, es decir todas han sido del patrón) y después el arrepentimiento, porque también sabía que no era culpa de ella, simplemente era la costumbre que se hizo ley. Octavio Paz hace alusión a la mujer partida, abierta, a merced de todos los infortunios (así la ven los hombres). 

Es en la revolución cuando la mujer ya no va atrás del hombre sino junto a él, no sólo como hembra sino también  como soldadera defendiendo con la misma vehemencia la noble causa. La revolución la eleva al rango de compañera, trota, monta, trepa a los trenes y junto a su Juan se lía a balazos con los pelones. La Revolución enciende la luz de la esperanza, para lograr un mejor trato: a igual trabajo, igual salario; mismos derechos, mismas obligaciones. 

Todavía falta... 

Y la mujer se lanzó a conquistar la calle, a librar los mil obstáculos machistas puestos en el camino, se cortó el cabello, estudió y dejó de ser: “un hermoso animal de cabellos largos e ideas cortas”    

-Mi abuela decía: 

“Las mujeres en la Revolución paríamos a campo abierto, fueron hijos del fuego y de la tierra, pero también de la libertad, después de la esclavitud en Valle Nacional, nunca antes me había sentido tan libre. Allá paríamos entre los surcos y a las pocas horas a trabajar otra vez como bestias, el niño cargado por la espalda en el rebozo (la cuna del pobre). Mujeres y hombres dormían en jacalones y no sabía una quien era el padre de la criatura. Sola con tu niño, haciendo jornadas de sol a sol, prematuramente madre, prematuramente envejecida, sin vislumbrar solución, ese era tu destino y lo aceptabas resignada. Junto al rebozo iban las cananas, junto a la leche de los pechos las balas, el niño cobijado con el rebozo, luchando por la libertad, por un pedazo de tierra, por una vida mejor para tus hijos, por el mañana, por el nuevo mexicano que no acaba de nacer. Dios dispuso que me salvara, pues cuando nació mi niño me pasaron a la cocina, porque llegó el ama, les gustó como hacía el guiso y me dejaron allí, sino quién sabe, me hubiera muerto junto con mi hijo. Después vino “la bola” y todos nos fuimos a echar balazos”    

-Ese mágico rebozo está allí, para acordarme siempre de la mujer revolucionaria, de mi abuela la soldadura.  

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